De Torreón a Pamplona: el Marquesado de San Miguel de Aguayo
Palacio de los Marqueses de San Miguel de Aguayo, actual Palacio Ezpeleta, Pamplona, Navarra, España |
Un fenómeno muy común cuando se habla de grandes casas nobiliarias novohispanas, fue el inminente retorno a la Madre Patria. Éste fue por lo menos el caso de los Echeverz y de muchas otras familias, quienes regresaron a España a construir grandes palacios y comprar nuevos señoríos, posicionándose así entre la aristocracia peninsular. En algunos casos, estas familias no regresaron a Europa jamás, otras huyeron durante los movimientos independentistas, pero algunas pocas, como la familia marquesal de San Miguel de Aguayo, iba y venía con toda la soltura que su amplio bolsillo y su espíritu viajero se lo permitía. Pues lo del espíritu viajero fue algo que los Echeverz siempre tuvieron, aunque el amplio bolsillo no siempre fue la constante.
Don Agustín de Echeverz y Subiza, primero de este linaje en pasar a Indias, nació en el poblado de Asiáin en el año de 1646. Asiáin es uno de los nueve consejos que forman parte del municipio de Cendea de Olza, situado a diez kilómetros de Pamplona, capital de Navarra. Según el último censo (2010), Asiáin tiene una población estimada de 150 habitantes. No será difícil imaginar que en el siglo XVII Asiáin tuviera una población similar o menor. Aún así, la familia Echeverz estaba distante de ser una sencilla familia de campesinos navarros, ellos provenían originalmente de Berrioplano, y ahí era bien conocida su casa y notoria su hidalguía. El padre de don Agustín de Echeverz fue don Pedro de Echeverz Espinal y Toro, un viejo hidalgo descendiente de valientes militares de la época de la Reconquista. Ésto no hacía, de ninguna manera, que la familia Echeverz fuera siquiera de mediana importancia en la España de los grandes linajes. No obstante, Agustín era el primogénito de la familia, quien debía de continuar la tradición y gobernar el feudo, pero ni éso ni el singular prestigio de su nombre en Berrioplano y Asiáin fueron lo suficiente para las enormes aspiraciones que más tarde demostraría tener.
Como casi todas las historias de los marquesados novohispanos, ésta comienza con un viaje por el Atlántico y un provechoso matrimonio. Al llegar a la Nueva España, don Agustín de Echeverz tuvo un puesto público de acorde a su condición de hidalgo, recordando que tan sólo pertenecía a la pequeña nobleza de Navarra, fue protector de los indios tlaxcaltecas y chichimecas en Tlaxcala y después en Mazapil, Zacatecas. Después de su matrimonio con una bisnieta del gran conquistador don Francisco de Urdiñola, don Agustín fue también dueño de la Hacienda de Patos y de Parras, y con una colección de tierras, encomiendas, fábricas y el buen nombre de la familia de su esposa, logró una gran fortuna que gobernó con audacia y efectividad navarra, para después volver a la Península con una lista de largos servicios prestados a la corona española, por parte de él, su familia, y por supuesto, de los Urdiñola, que ahora también formaban parte de su núcleo familiar. No fue más que esa lista, y 562 mil maravedís, lo que consiguieron que S.M. el Rey don Carlos II, apodado "el Hechizado", le otorgara un título de Castilla que él aceptó con gran beneplácito.
La familia del marqués de Aguayo, como era conocido popularmente, se enlazó rápidamente con las mayores casas del virreinato, y una vez más se hizo evidente esa red familiar de la que tanto hemos hablado en artículos anteriores. Los Echeverz se distinguieron también por sus obras benéficas. Es bien conocida la historia del cuarto marqués de Aguayo, quién heredó toda su fortuna a los pobres, y dictaminó que con ese dinero se crearan clínicas para enfermedades oculares y así atender a gente de bajos recursos que sufría de estos males. El cuarto marqués era muy sensible al sufrimiento de los más débiles y siempre fue muy cercano al mundo de la medicina y la ciencia, por ello se entiende que fuera ahí dónde decidiera dejar su legado.
Si bien la donación de la fortuna del cuarto marqués fue un gran golpe para el patrimonio de los Echeverz, no fue el peor ni el más decisivo. Tras la abolición de los mayorazgos en España, se imitó la ley en el congreso de la nueva nación mexicana, y después de haber apoyado la independencia de este país, el quinto marqués de Aguayo perdió lo equivalente a dos tercios de la superficie de Portugal. Con este golpe legal, la fortuna de los Echeverz disminuyó considerablemente y con ella la manutención de sus casas y palacios, que poco a poco dividieron para alquiler o terminaron vendiendo.
De ésto último es de lo que me gustaría hablar, pues cuando se recuerda a los marqueses de Aguayo, sus palacios merecen una mención especial. En el virreinato novohispano, la construcción del palacio simbolizaba la solidez y prestigio de la familia. Los nobles novohispanos se caracterizaron por construir los palacios más suntuosos de la América española, y en esta ocasión los marqueses de Aguayo sí fueron la excepción. Si bien aún se conserva, aunque en estado lamentable, el antiguo palacio de los Echeverz en la Ciudad de México, éste nunca resplandeció especialmente, y su dignidad de palacio claramente le fue dada por estrictas razones protocolarias, pues más bien se le pudiera llamar casona o simplemente casa. En su natural Torreón, tampoco construyeron nada especial. Despierta entonces la pregunta de porqué una familia como los Echeverz no tenía interés en demostrar esta solidez y prestigio en la sociedad virreinal. La respuesta está muy a la mano, el interés de los Echeverz era demostrar esas virtudes no en ultramar sino en la península. Ya en 1698, la segunda marquesa de Aguayo, quien se casaría dentro de una de las familias de mayor prestigio y abolengo de Navarra, mandó construir un palacio en Pamplona digno de la extravagante aristocracia indiana. No fueron la primer familia en hacerlo, ya los Pizarro peruanos habían hecho lo mismo años atrás en Trujillo, pero cabe decir que el Palacio de los Marqueses de San Miguel de Aguayo en Pamplona es un edificio a recordar.
Se que ésto ya entra en el campo de las opiniones, pero creo que la construcción del palacio de los Echeverz en Pamplona fue una especie de alarde social cuasi vengativo, era tan opulento y tan llamativo que se puede entender como un mensaje a sus coterráneos, para que vieran quiénes eran y dónde estaban los Echeverz ahora.
Bien, creo que ya tenemos suficiente relato acerca del marquesado, ahora les dejo la genealogía de los sucesivos marqueses de San Miguel de Aguayo, título concedido el 28 de noviembre de 1682 junto al vizcondado previo de Santa Olalla.
Si bien la donación de la fortuna del cuarto marqués fue un gran golpe para el patrimonio de los Echeverz, no fue el peor ni el más decisivo. Tras la abolición de los mayorazgos en España, se imitó la ley en el congreso de la nueva nación mexicana, y después de haber apoyado la independencia de este país, el quinto marqués de Aguayo perdió lo equivalente a dos tercios de la superficie de Portugal. Con este golpe legal, la fortuna de los Echeverz disminuyó considerablemente y con ella la manutención de sus casas y palacios, que poco a poco dividieron para alquiler o terminaron vendiendo.
De ésto último es de lo que me gustaría hablar, pues cuando se recuerda a los marqueses de Aguayo, sus palacios merecen una mención especial. En el virreinato novohispano, la construcción del palacio simbolizaba la solidez y prestigio de la familia. Los nobles novohispanos se caracterizaron por construir los palacios más suntuosos de la América española, y en esta ocasión los marqueses de Aguayo sí fueron la excepción. Si bien aún se conserva, aunque en estado lamentable, el antiguo palacio de los Echeverz en la Ciudad de México, éste nunca resplandeció especialmente, y su dignidad de palacio claramente le fue dada por estrictas razones protocolarias, pues más bien se le pudiera llamar casona o simplemente casa. En su natural Torreón, tampoco construyeron nada especial. Despierta entonces la pregunta de porqué una familia como los Echeverz no tenía interés en demostrar esta solidez y prestigio en la sociedad virreinal. La respuesta está muy a la mano, el interés de los Echeverz era demostrar esas virtudes no en ultramar sino en la península. Ya en 1698, la segunda marquesa de Aguayo, quien se casaría dentro de una de las familias de mayor prestigio y abolengo de Navarra, mandó construir un palacio en Pamplona digno de la extravagante aristocracia indiana. No fueron la primer familia en hacerlo, ya los Pizarro peruanos habían hecho lo mismo años atrás en Trujillo, pero cabe decir que el Palacio de los Marqueses de San Miguel de Aguayo en Pamplona es un edificio a recordar.
Fachada trasera del Palacio de los Marqueses de San Miguel de Aguayo, actual Palacio Ezpeleta, Pamplona. |
Bien, creo que ya tenemos suficiente relato acerca del marquesado, ahora les dejo la genealogía de los sucesivos marqueses de San Miguel de Aguayo, título concedido el 28 de noviembre de 1682 junto al vizcondado previo de Santa Olalla.
I.- Don Pedro de Echeverz, señor del Palacio de Ganzuri. Casó con doña María de Orderiz y Ramírez de Esparza, señora del Palacio de Esparza.
II.- Don Pedro de Echeverz y Orderiz (1585), señor de los Palacios de Ganzuri y de Esparza. Casó con doña Beatriz de Toro y Espinal. Fueron padres de:
II.- Don Pedro de Echeverz Espinal y Toro (1615), señor del Palacio de Esparza. Casó con doña Isabel de Subiza y Bernedo, hija de don Pedro de Subiza y Arteta y de doña Isabel de Bernedo . Fueron padres de:
III.- Don Agustín de Echeverz y Subiza (1640-1667), I marqués de San Miguel de Aguayo, antes señor de la Villa de San Miguel de Aguayo y de su barrio de Santa Olalla en Castilla la Vieja, Montañas de Burgos, señor de los Palacios de Esparza, Gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de León en la Nueva España, Alguacil Mayor Perpetuo y Hereditario del Reino de Navarra, Caballero de la Orden de Santiago, Protector de los Indios de Mazapil y San Esteban. Casó con doña Francisca de Valdés Alcega y Urdiñola, hija de don Luis de Valdés, Caballero de la Orden de Santiago; nieta por línea materna de don Luis de Alcega y Vargas, Caballero de la Orden de Alcántara, y de doña Isabel de Urdiñola; segunda nieta de don Francisco de Urdiñola, Conquistador, Gobernador y Capitán General de la Nueva Vizcaya.
Fueron padres de:
IV.- Doña Ignacia Javiera de Echeverz Subiza y Valdés (1679-1733), II Marquesa. Casó con don José Ramón de Azlor y Virto de Vera, segundo de la Casa de Guara, Gentilhombre de Cámara del Rey y Mariscal de Campo, Gobernador y Capitán General de Coahuila y Texas, Capitán General de los Reales Ejércitos, Caballero Mesnadero de Aragón, hijo de don Artán de Azlor, conde de Guara, nieto de don Martín de Azlor y bisnieto de don Juan de Azlor, todos caballeros y servidores del Rey en los Reales Ejércitos.
Fueron padres de:
V.- Doña María Josefa Micaela de Azlor y Echeverz (1707, Pamplona) III Marquesa. Casó con don Francisco de Valdivieso Mier y Barreda, conde de San Pedro del Álamo, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos, hijo de don Andrés de Valdivieso y Barreda-Yedra y doña Catarina de Mier Barreda Bracho y Ceballos.
Fueron padres de:
VI.- Don Pedro Ignacio de Echeverz de Espinal y Valdivieso (1704, Parras, Coahuila), IV Marqués, Gentilhombre de la Cámara del Rey y Alguacil Mayor del R. y S.C. de Navarra. Casó con doña Ana de Basarte y Aiza. Casó en segundas nupcias con doña Gertrudis Sánchez de Tagle y Gallo de Pardiñas, hija de la segunda marquesa de Altamira. Casó en terceras nupcias con doña Ana Gertrudis Vidal de Lorca y Pinzón, natural de Nicaragua, hija de don Melchor Vidal de Lorca y Villena y de doña Francisca Martínez de Pinzón. De los tres matrimonios nacieron 30 hijos, de los cuales murieron varios en la infancia. Entre estos 30 hijos se encontraron Don Francisco de Valdivieso, casado con doña Dolores de Valdivieso y Valdivieso, condesa de San Pedro del Álamo, doña Rafaela de Valdivieso, marquesa de la Cadena, el Excmo. Sr. Don Ignacio de Valdivieso y Vidal de Lorca (el trigésimo hijo), Embajador de México en España en 1844, Caballero Gran Cruz de la Orden de Pío IX, de la Orden de Francisco I de Nápoles, de la Orden de Cristo, entre otras.
Fueron padres de:
VII.- Don José María de Echeverz Espinal Valdivieso y Vidal de Lorca (1788), V Marqués, Caballero Maestrante de Ronda, firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, Mayordomo de S.M.I. don Agustín I de México. Casó con doña Teresa de Lagaurrieta y García de Galván. Casó en segundas nupcias con Doña Antonia de Villar-Villamil Primo y Rodríguez de Velasco (también llamada Antonia López de Peralta y Villar Villamil), Dama de Honor de S.M.I. doña Ana María, hermana de Doña Josefa de Villamil, condesa de Regla, de Doña Paz Villamil, condesa de Guadalupe, de don Jerónimo de Villar-Villamil, marqués de la Cadena, hija de don José Jerónimo López de Peralta Villar Villamil y Primo, Caballero de la Orden de Calatrava, y de doña María Ignacia Rodríguez de Velasco y Osorio Barba (la Güera Rodríguez), hermana de doña Josefa Rodríguez de Velasco, marquesa de Uluapa, fue nieta de don Jerónimo López de Peralta Villar Villamil y Alvarado, de doña Josefa Primo Villanueva, de don Antonio Rodríguez de Velasco y de doña Ignacia Osorio Barba. Con este matrimonio se termina la sucesión del marquesado en el linaje de los Echeverz.
Fueron padres de:
VIII.- Doña Dolores de Valdivieso y Villamil (1825). Casó con don Agustín Gómez de Parada. Fueron padres de:
IX.- Don Jorge Gómez de Parada y Valdivieso (1851). Casó con doña María de la Concepción Buch y Echeverría.
Al morir don José María de Echeverz, el marquesado no fue reclamado por sus descendientes por lo que cayó en desuso. En 1884 el título fue rehabilitado a favor de don Luis Díez de Ulzurrun y López de Cerain, también natural de Asiáin, en su condición de cuarto nieto por vía de su abuela paterna, de doña Francisca de Echeverz y Subiza, hermana de don Agustín. Más tarde, el marquesado lo heredó su hijo don Eduardo Díez de Ulzurrun y Alonso, a quien sucedió su sobrino don Luis Díez de Ulzurrun y Alzugaray. En 1963 sucedió el actual titular, hijo del anterior, llamado don Felipe Díez de Ulzurrun y O'Shaughnessy, IX marqués de San Miguel de Aguayo, quien actualmente reside en Florida.
Bibliografía:
Ortega y Pérez Gallardo, Ricardo, Historia Genealógica de las familias más antiguas de México, Tercera edición, Imprentas a de A. Carranza y Comp., México 1908.
Cuéllar Moreno, Dr. Raúl, Coahuila y Sus Hombres, El Marquesado de San Miguel de Aguayo, El Siglo de Torreón, Torreón.
Llama, Fernando, Miembros y Descendientes de las Cuatro Generaciones Siguientes de Marqueses de San Miguel de Aguayo y Santa Olalla. 1679-1825, 2004, Sitio Oficial del Centenario, Torreón, Coahuila, México.
Alessio Robles, Vito, Coahuila y Texas en la Época Colonial, Editorial Cultura, Ciudad de México, 1938.
Rubio Mañé, José Ignacio, El Virreinato: Orígenes y Jurisdicciones, y Dinámica Social de los Virreyes, Volumen 1, UNAM, Ciudad de México, 1992.
Gómez de Olea y Bustinza, Ilmo. Sr. don Javier; de Mayoralgo y Lodo, Excmo. Sr. don José Miguel, La Nobleza Titulada en la América Española, Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, Madrid
Elenco de Grandezas y Títulos nobiliarios españoles, Biblioteca Nacional, Madrid 1969.
Andueza Unanua, Pilar, El Palacio de los Marqueses de San Miguel de Aguayo: Imagen y Memoria de Un Linaje Navarro, Conferencia en la Universidad de Navarra.
García Alonso, Manuel, Compraventa del marquesado de San Miguel de Aguayo, en Aguayo y los Aguayos. La creación del paisaje en la divisoria cantábrica, Santander 2001.
García Alonso, Manuel, El Marquesado de San Miguel de Aguayo y Su Obra Indiana, Página Alternativa de Reinosa y Campoo (http://bit.ly/jfGpBL).
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