domingo, 3 de abril de 2011

[Mexico-Occidente]1123 Apellidar y apellidarse se parecen pero...

Estoy de acuerdo que no se puede pretender aplicar nuestras normas actuales a las costumbres de nuestros ancestros para tomar o usar nombres.

He oido mucho -sobretodo- a genealogistas novicios decir: "Yo deberia apellidarme..." "Yo corregi mi genealogia proque mis ancestros usaron un apellido que no era".

Inclusive muchos de los primeros trabajos genealogicos que se hicieron para el Noreste de Mexico por Americanos fueron publicados usando dos apellidos pero el materno lo escribieron como Middle Name.

Como genealogistas usamos los conocimientos del pasado de forma total, no solo debemos buscar registros sacramentales, debemos leer los documentos de la época y vivir durante nuestra búsqueda genealógica la misma época de nuestros ancestros.

Que divertido sería para las familias celebrar el cumpleaños de algun ancestro de 1750, vestirnos, comer, cantar y todo lo demas para revivir ese momento.

Anexo algunos conceptos antiguos sobre el apellido que espero sean de su interes:

APELLIDO. En el sentido que se da hoy día á esta palabra significa el nombre originario del linaje o de las familias que liga su procedencia y la filiación de sus individuos como partes que á ella pertenecen, y debe su origen á la celebridad de algún hecho, lugar o persona.

 

Aunque esta definición da una idea bastante clara del fundamento y causa de los apellidos, queremos ilustrar esta materia con algunas noticias históricas que acerca de este punto nos suministran la historia, las costumbres y la legislación antigua de España.

 

Apellidar, voz castellanizada derivada del verbo apellare, significaba antiguamente en España, según Covarrubias «aclamar tomando la voz del rey, como aquí del rey: o viva el rey, y entre las parcialidades, declarándose á voces por una de ellas.» Apellidar, pues, era convocar, llamar, congregar á cierto número de personas que habitaban un mismo territorio o estaban unidos por vínculos de interés común; y apellido era la convocación general á que acudían todas estas personas. Nuestra historia y nuestra legislación están llenas de  datos en que la voz apellido se ve usada con esta significación; y su uso en este sentido era muy frecuente, tanto como lo era el hacer estos llamamientos extraordinarios y solemnes á los habitantes de una localidad o distrito para defender sus propiedades cuando se veían amenazadas, y expulsar o rechazar á los invasores que se entraban por las tierras con el fin de recuperar lo que á cada uno o al común hubiesen despojado. Esto se verificaba en España lo mismo en tiempo de paz que en el de guerra, pues ya tenia por objeto el llamamiento batir á los enemigos, ya á las fracciones o parcialidades que perturbaban el orden público. El apellido o llamamiento tenia, por consiguiente, señales fijas y acordadas de antemano por toque de campanas, trompetas o cualquiera otro signo de convocación. Uno de estos gritos, el mas usado frecuentemente contra los moros, era el de «Santiago, cierra España,» y entre los mahometanos la voz de «Alá, Alá,»repetida muchas veces. A veces había en un mismo ejercito dos apellidos o gritos de guerra, siempre que estese componía de dos naciones diferentes. Así en la batalla dada en t360 entre Enrique de Trast amara y don Pedro de Castilla, los españoles del partido de Enrique gritaron «Castilla al rey Enrique» y los auxiliares franceses, que mandaba Ucltran du Gnesclin, gritaban, «Nuestra Señora y Guesclin.»

 

Como una curiosa recopilación de todo lo que concierne al apellido, tal como lo hemos definido, y como se entendía en España en la edad media, debemos citar dos leyes de Partida, (la 24 y 25, tit. 26, Part. 2) que no insertamos literalmente, atendida su mucha ostensión. La primera define el apellido diciendo que equivale al llamamiento que emplean los hombres para reunirse y defender lo suyo cuando reciben daño o violencia. Especifica detenidamente los varios modos de hacer esta convocación, que son la voz humana, las campanas, trompetas, timbales, tambores o cualquiera otra señal que produzca ruido y llame la atención estableciendo la obligación que tienen todos cuantos la oigan, sea en tiempo de paz o en tiempo de guerra, de salir desde luego á pie o á caballo hasta recobrar lo que hubiesen perdido. La segunda habla de los apellidos en tiempo de guerra, estableciendo las precauciones que en ellos deben observarse y el derecho que tienen los que concurren á el de repartirse todo cuanto cojan á los enemigos.

 

Nos hemos detenido exprofeso en esta significación de la palabra apellido, porque aunque parezca muy distinta, está íntimamente relacionada con la moderna; y aun se encuentra en ella el origen directo y necesario de la que en el día tiene. Bastan para justificar nuestro aserto estas palabras de Covarrubias, cuando hablando de las expresadas convocatorias o llamamientos, dice: «Así los del apellido se juntan y llegan á su parcialidad. De aquí los nombres de las casas principales se llamaban apellidos porque los demas se allegaban á ellos, y unos eran Oñez y otros Gamboa Esto explica también porqué hay apellidos que son nombres de lugares, de provincias, de caseríos, de profesiones, de nombres propios, de edades, de defectos lisieos ó morales, en una palabra de cualquier causa fija ó eventual que dio origen á una convocación de las que hemos explicado.

 

Los apellidos ó nombre de familia, como los llaman hoy dia los franceses, fueron de tres clases entre los romanos. Allí se conocía el phenomen, el agnomen, y el cognomen. El prenomen, era equivalente á nuestro nombre de bautismo; el agnomen á nuestros apellidos, denotando la raza a que pertenecía el individuo, y acababa siempre en ios como Martius, Qaintíns; el cognomen expresaba la rama á que el individuo pertenecía, y acababa en us, en o ó en ur; nunca en ius. Un ejemplo complejo de estas tres terminaciones se ve en el nombre de un eminente personaje: Marcus Tullias Cicero, (Marco Tulio Cicerón.)

 

En España comenzaron á usarse los apellidos con regularidad en el siglo XI: los nobles tomaban los de sus feudos, y los plebeyos y feudatarios de alguna profesión, oficio ó cualidad; también se derivaban otros de los nombres propios de los padres, y por eso los llamamos patronímicos: talos son v. g. Domínguez, que se deriva de Domingo, Fernández de Fernando, y otros muchos á este tenor. Algunos, en no escaso número, se derivaron de gloriosos hechos de armas y acciones heroicas; tales son: el de Bueno, que se concedió al célebre Alonso Pérez de Guzmán; el de Girón, al conde don Rodrigo Téllez, y munchos mas que pudieran citarse,

 

La trasmisión de los apellidos y su perpetuación en las familias interesa mucho, como desde luego se comprende, al orden interior y á los derechos de las mismas; razón por la cual la administración pública debería intervenir en estos actos, impidiendo que se cometiesen en ellos las arbitrario la les que tan frecuentes han sido entre nosotros. Por desgracia no solo no se ha hecho nada de esto, sino que la ley misma ha puesto muchas veces su sello á esa libertad con que los hijos de unos mismos padres han tomado á veces apellidos distintos, por requerirlo así las necesidades de las vinculaciones ó mayorazgos, en algunos de los cuales se atendió con preferencia a la cualidad afectiva del fundador, permitiéndole establecer la cláusula de que todos los poseedores adoptasen su apellido en el acto de serlo. Esto no obstante, la trasmisión del apellido está sujeta algunas reglas ciertas y conocidas, que expone la Enciclopedia de derecho y administración española, dilucidando esta materia con el tino y acierto propio de sus ilustrados redactores; y que á continuación insertamos literalmente.

 

«Las reglas de trasmisión del apellido son bien conocidas: los padres comunican el suyo á los hijos legítimos ó legitimados, á los naturales reconocidos, á los varones ó hembras.

 

«Como los hijos pertenecen á la familia del padre y no de la madre, de aquí el que la mujer no trasmite su apellido á los hijos; por costumbre usóse, sin embargo, poner en segundo lugar el apellido de la madre, lo cual sucede cuando concurre algún motivo de afección, tal vez de distinción, tal vez también algún hecho notable que le haya hecho apreciable; pero sin trascendencia á otras personas de su misma descendencia; uso que ha llegado á hacerse general y que ya constituye regla en la materia.

 

«Las hembras, cuando se casan, dejan en algunos países su propio apellido para tomar el de su marido; y en España se va también introduciendo esta costumbre, especialmente en las grandes poblaciones; pero sucede principalmente en los actos sin trascendencia del comercio de la vida social, mas bien que en los instrumentos solemnes, en que por lo común se usa poner primero el nombre ó apellido paterno, y en segundo lugar el del marido precedido de la preposición de .  En América los esclavos toman el apellido de sus amos aunque sean legítimos.

 

«Los niños expósitos, como de padres desconocidos, no tienen apellido: la piedad y la humanidad han encontrado, sin embargo, un medio de hacer menos bochornoso su estado y menos perceptible á las miradas curiosas de las gentes, cual es el de ponerles, á parte del nombre primero de pila, un segundo nombre de un santo, que les sirve como de sobrenombre ó apellido, y el cual con el tiempo viene á convertirse en signo de descendencia después de algunas generaciones. Sin embargo, no todos los apellidos que llevan el nombre de santo traen este origen, pues varios motivos inocentes u respetables pudieron influir en la adopción de esta manera de apellidarse, sin ser expósitos los que los aceptaron ó recibieron.»

 

Después de esta exposición, la Enciclopedia propone y discute ligeramente tres cuestiones en cuya dilucidación no podemos entrar, v.g.: Si el apellido es propiedad exclusiva de la familia que lo lleva; ¿podría ésta enajenarlo y trasmitirlo á personas de otra diferente? 2.J ¿Podrá una familia ó cualquier individuo do ella reclamar contra la usurpación de su apellido por persona de diferente origen y descendencia? 3.* ¿Puede cualquiera cambiar de apellido voluntariamente?

 

Sin entrar, como ya lo hemos indicado, en la dilucidación de estas cuestiones, diremos que en la mente de nuestros legisladores ha cabido la idea de la delincuencia aplicada u la apropiación de nombres extraños. El Código nena) vigente contiene un capitulo titulado «De la usurpación de funciones, calidad, y nombres supuestos.» Pero ya hemos dicho que solo en la mente de ancestros legisladores estuvo el castigo do este delito; porque en el expresado capitulo no se encuentra ninguna disposición que se ocupe de la usurpación de nombres que no corresponden al individuo que los usa.

 

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(desde mi SmartPhone)

Benicio Samuel Sanchez
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"Haz tu Arbol Genealogico...El Arbol mas Hermoso de la Creacion"


Por medio de la historia familiar descubrimos el árbol más hermoso de la creación: nuestro árbol genealógico. Sus numerosas raíces se remontan a la historia y sus ramas se extienden a través de la eternidad. La historia familiar es la expresión extensiva del amor eterno; nace de la abnegación y provee la oportunidad de asegurarse para siempre una unidad familiar".
(Élder J. Richard Clarke, Liahona julio de 1989, pág.69)



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